lunes, 16 de diciembre de 2013

Las desventajas de no saber hacer una caída de ojos



Hoy vi el “video sobre la soltería que es una sensación en Internet”

Y me dio una rabia profunda. Una rabia profunda que requiere un cigarrillo.
Por cierto, yo no fumo.


Me da rabia porque eso es real, porque lo que dice el video es cierto: las mujeres tenemos fecha de caducidad. 

¿O no? Ya no sé.

Y lo que viene no es una diatriba feminista, porque yo de feminismo no conozco mucho, pero sí de la lucha de las mujeres por encontrarnos en un mundo que no estuvo planificado para nosotras como protagonistas, sino como teloneras. 

Pero este texto no va por ahí, va hacia el sentido común y el enojo que me da el que una mujer de 35 años, con mucho talento como indica el video, tenga tanta tristeza y melancolía por no ser lo que los demás quieren que ella sea. 

Cierto, también me da coraje porque (oh, no, Dios) me veo reflejada en el corto.

Llévame, Jebús

Probablemente el vivir en lo borderline de lo considerado normal, y la convivencia con un hermano autista me han alejado de los ladrillos amarillos hacia OZ. Yo no tengo zapatillas de rubí y, definitivamente, yo sí le hago ascos a Toto por ser un perro lanudo y sin gracia.  No nací para las sonrisas sutiles, los abrazos desmedidos y las caídas de ojos del resto de féminas que en un tiempo  me rodearon. Nunca entendí los delicados tejemanes del stalkeo y la seducción. Nunca fui de esas que se desviven por los hombres (cualquiera) por un poco de admiración. La que sea.

No hay princesa disney para @yildalizia
Como la chica del corto, yo también crecí en un ambiente ultrareligioso y un poco vacuo. Digo, mi entorno, y el entorno del Quito de los 80, estaba diseñado para la acción y para la belleza. Ser bello y activo era el sino de la educación: tener redes y estar “preparados”. Mientras tanto, nos criaban impreparados para seres humanos: éramos analfabeto/as funcionales y/o loros imitadores en muchas materias. Eso no era lo importante claro. Saber, más que comprender, era la solución a todo. 

Además estaba el casorio y los hijos (siempre me acordaré de mis compañeras que tuvieron que cargar un muñeco por ahí con el fin de aprender cómo una buena madre atiende a su hijo). Bueno que la guagua aprenda y “se prepare”, pero el matrimonio era parte fundamental de la vida: había que casarse por la Iglesia. De lo contrario, mejor monjita. De lo contrario… Ni hablemos.

No saben cuántas veces me mandaron al convento desde esos días (y hasta ahora).

En fin, no nací para llenar moldes. Soy una extraña entre los extraños, sobre todo cuando las panas más punkero-alternativas ya se van por la vida bajo los cánones de la maternidad y el matrimonio. No digo que eso sea malo, para nada. Lo malo es cuando llega el “bienintencionado” tío, pana, primo, abuelo o padre a preguntarte si “¿alguna vez te vas a casar o te vas a casar para cuando cobres tu primera jubilación?”. 

Ahí es cuando descubro que dentro de mí también tengo un natural born killer.

Tengo 32 años. Estoy al borde la edad madura o mediana, o como se llame ese punto de la vida en que DEBO ser madre, en que DEBO tener una casa. Y un trabajo estable y aburrido de uniforme y buenos días. Prepararme para el futuro, ser el eje de la casa para llegar a ser abuela en un punto del dial. Probablemente debería planificar la cena de navidad con unos críos de brazos o alguno que tuviera en la panza. Eso es lo que debería hacer. Lo que las mujeres deben hacer.

Porque, dice la sociedad y el marketing, como cualquier producto del mercado pronto dejaré de ser apetecible y de funcionar. Mis óvulos son escasos y las posibilidades de reproducción bajan cada año. Aparentemente, deja entrever el video, esto determina la vida social y la existencia espiritual de las mujeres: nosotras sí tenemos fecha de caducidad. Mientras los solteros pueden ser solteros codiciados de 50 años, las mujeres de 50 años serán abuelitas indeseables. Solo buenas para hacer calceta.

Antes de que entren en crisis y cierren la ventana, reitero que esto no es un manifiesto feminista. Solo un manifiesto real que parte de mi neurosis ante el hecho de que uno tenga que llenar moldes sociales para tener una “libertad” que al final es una libertad de suburbio gringo, de iglesia de domingo y de platos sucios al mediodía. Tengo 32 años y estoy bajo una lupa que nunca quise aceptar.

Sé que los hombres deben tener cadenas parecidas. Eso será tema de otro post.

No es que no quiera tener hijos. No es que no quiera tener pareja. Solamente siento que esas no deberían ser prioridades de nuestra existencia. Más que hijos y casas, y perros quisiera tener una vida plena espiritual y mental. También, si hay chance, tener al lado una persona que me quiera vieja, lectora, despeinada, rara, neurótica y jodona (como soy). Alguien que acepte las ganas de ponerte la valija al hombro y salir. Alguien que no espere la actitud resbalosa de mantienemaridos que nos perpetúan como virtud femenina.

Tal vez, quisiera que vivir como mujer solo sea vida y no física cuántica. 


miércoles, 23 de octubre de 2013

La "G" word





 Mi fabulosa y "gay" libreta de viaje. La pobre carece de masculinidad. 
A mí me encanta.

Aparentemente hay muchos objetos inanimados “gay”. Eso para mí es sánscrito o fuente de infinitos facepalms.

Según he podido constatar, algunos llaman a algo “gay” cuando tiene características que consideran femeninas. O muy brillantes. O “focas”. Si un objeto es rosado, o de color “niña”, si tiene diseños de flores, incluso si es "demasiado" curvilíneo, acaba con la preferencia sexual indicada, según conocedores.

Una vez incluso me mostraron una tarjeta de invitación gay. Por alguna razón su nivel de masculinidad era muy bajo. Ante eso, procedí a ponerme los lentes de manera nerdosa y a acercarme  con cuidado a ver si podía encontrarle orientación sexual al papel en cuestión.

Nada a la vista.

“No creo que sea gay”, le dije a la persona preocupada por la sexualidad de la inocente invitación. “No hay indicios de genitalidad. Tal vez es intersexual, asexual, si así quiere.”.

Por comentarios así es que pierdo posibles amigos y moriré sola, rodeada de felinos y libros (yay).

La verdad, lo que yo no comprendo es cómo a estas alturas todavía se use como insulto la orientación del prójimo. No quiero jugar a lo políticamente correcto, pero de corazón –y a pesar de que me lo enseñaron- yo no puedo ver a la homosexualidad, a lo gay, como algo intrínsecamente malo. Para mí la orientación sexual no puede ser un término peyorativo.

Otra razón para escribir la presente es que el otro día escuché a una persona que tildaba a la homosexualidad como un gran complot en contra de la estabilidad del género humano y de la familia. Lo gay, por poco, nos traería el Apocalipsis, hambre, guerra, peste y probablemente la radiación de Fukushima. Aunque no son palabras exactas (me tomo licencias literarias), la verdad todo sonaba muy alarmista. 

Se usaban estos tres argumentos

1.                  Dios desprecia a los homosexuales, porque la Biblia lo dice.
2.                  Los homosexuales son antinaturales y amenazan a las familias.
3.                  Lo gay es malo, y punto y se acabó.

Ante lo cual, en una tarde larga en el bus a mi casa, decidí rebatir un poco estos argumentos en mi probablemente gay libretita de viaje (tiene florecitas y es verdianaranjada, como consta en la gráfica). Comparto lo escrito con ustedes:

1.Dios es amor, la Biblia lo dice. Y también dice que Dios odia a los homosexuales.”
Yo soy heterosexual, creyente y una católica que cuestiona mucho a la Iglesia Católica. Me eduqué en ambientes religiosos; conozco los argumentos. El principal era que “Dios dijo que la homosexualidad es un abominación.”, bajo citas del Libro Sagrado como:

*Por favor, leer las cursivas con la voz de Morgan Freeman*

Levítico 20:13:

Y cualquiera que tuviere ayuntamiento con varón como con mujer, abominación hicieron: entrambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre.

Por supuesto, los argumentadores religiosos se olvidan de perlas como:

Levítico 25: 44
En cuanto a los esclavos y esclavas que puedes tener de las naciones paganas que os rodean, de ellos podréis adquirir esclavos y esclavas.

Es decir, si tengo un panita pagano en Colombia, podría hacerlo mi esclavo. Digo, como estamos tan literales….

Con todo el respeto, tomar a la Biblia con el fin de entender al 100% la realidad hace tiempo dejó de ser una buena idea. Cada quien con su creencia, recordando que hay una separación de Iglesia y Estado como base del Estado moderno.

Adicionalmente, el gran protagonista de la Biblia alguna vez dijo:

Lucas 10:27
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo

El gran mandamiento de Jesús. Prójimo, ¿oyeron?, no prójimo heterosexual. Si no te gusta, no juzgues. No odies.

Hasta el Papa Francisco pidió también que la Iglesia deje de obsesionarse con el tema: http://www.informador.com.mx/internacional/2013/486408/6/papa-francisco-se-abre-a-divorciados-y-homosexuales.htm

2. Los homosexuales son anti natura. No pueden ser padres. Ergo, no pueden amarse o amar a un hijo.
Toma ya.
¿Quién soy yo para juzgar los sentimientos de una persona?, ¿qué razón, aparte de mi prejuicio, me da el derecho de decir que un ser humano homosexual no puede criar a un niño sano y feliz?
Ser heterosexual, añado, no es prueba irrefutable de que serás un buen papá o mamá. El combo no es completo.
¿Anti natura? No soy fan de Wikipedia, pero pueden revisar las citaciones finales  de esta lista de las especies que muestran comportamiento homosexual: http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_animals_displaying_homosexual_behavior
Desde orcas a luciérnagas, entre otros…
¿Dos hombres o dos mujeres no pueden ser padres? Acá estudios que de su competencia: http://gcmx.wordpress.com/2013/04/14/estudios-sobre-hijos-de-padres-del-mismo-sexo-enterate-de-lo-que-revelan/

3. ¡No me importa chusma! Yo digo que es malo y ya.
Y ahí sí no puedo debatir. Cada uno, cada uno. Comprendo y respeto lo que piensas, pero veo en ti miedo, desconocimiento y límites morales pertinentes, pero, para mí, incomprensibles.
Al final, en un mundo como este, en donde todo está, a veces, a punto de colapsar, el que dos personas se amen entre sí a mí me parece un milagro impresionante. Que dos individuos quieran ser padres o madres me parece una hazaña mitológica. Que estas parejas sean del mismo sexo, y que estén dispuestas a amar y a tener familias a pesar de los prejuicios, es algo que saludo en ovación, porque ellos necesitarán un doble de valor y compromiso.

Lo gay, lo no gay. Demasiadas palabras, odios y discursos.

El amor es el lugar común de poetas, músicos, místicos y locos desde el inicio de los tiempos. ¿Cómo así cuando dos personas del mismo sexo se aman su relación y todo lo que la envuelve se transforma en  un insulto?

Me. No. Understand.

 


lunes, 23 de septiembre de 2013

Recuerdos: vampirismo en tiempos de xanax.




 MorgueFile

He soltado pequeños secretos en las redes sociales durante los últimos días. Nothing dirty, mind you. Solamente unos detalles pequeños y anodinos sobre mi vida: no sé andar en bicicleta, nunca tuve una mascota. Jamás aprendí a fumar porque mis padres médicos plagaron mis horas libres con diapositivas de pulmones negros de cáncer. Después de eso veo a cada colilla con una gran sospecha. 

Vamos.
Un día, cuando tenía 26 años, me desperté y me sentí abrumada por una profunda tristeza. 

Vino después de una operación.

 El caso es que fui presa de una ansiedad sin sentido. Ya sé, es irracional, es incomprensible. No podía dormir.

Me dijeron que tenía demasiado estrés: mucho trabajo, mis estudios,  trámites de viaje, la operación, la vida cotidiana, la falta de redes de apoyo. Excesivo perfeccionismo. Les faltó tan solo diagnosticarme posesión demoníaca. A falta de exorcista, me recetaron un par de pastillas (una para ser feliz y una para dormir). A la casita. 

El resultado fue desastroso y extrañamente divertido. Una píldora me dio fotofobia en la primera dosis: no podía ver la luz natural. Me convertí en vampiro por una mañana (un vampiro poco feliz). El somnífero funcionó, pero el efecto secundario fue un despertar sin sensaciones. Nada. Era un robot de algodón. Boté los frascos. 

Fueron tres meses difíciles. 

Y la vida siguió: me gradué, me subí a un avión y dejé atrás un montón de gente que tal vez formaba parte de la laxa red de apoyo que el doctor indicó. 

Lágrimas.

Y un día, en Europa y a los cuatro meses, todo había terminado. De repente, ya no tenía miedo.  Sin embargo, siempre queda esa tristeza remanente, por ahí, en el bolsillo.

Y este es otro secreto no tan secreto. 

Cargo esta etapa con un poco de orgullo: sobreviví.  Juzgo menos. De hecho, entiendo más a la vida por esta experiencia. A lo que voy, y creo que por esto escribí este post, es que me molesta infinitamente la gente que a) niega la existencia de la depresión, b) siente asco o miedo de ella. 

Verán, la positividad es maravillosa. En una atmósfera más feliz el vampirismo ansiólitico no hubiera pasado por mi vida. No obstante, creo que vivir en una eterna canción pop también es malo. La depresión es un espejismo, pero también lo es la alegría sin bases, inocua y plástica. Simplemente, creo que deberíamos tomar a la realidad como es. Agarrarnos al momento. Estar aquí, ahora.  Mi profundo rechazo a la happiness y a la esperanza que vienen empaquetadas en frases hechas de libro de autoayuda. Por experiencia sé que no funcionan. ¡MENTIRA COMPROBADA! 

*Rompe libros de Paulo Coehlo*

Esto no es una apología a la depresión. Nunca. No se la recomiendo a nadie. No es el nuevo rock and roll. Sin embargo, jamás hago de menos a nadie que pasa por una. Después de todo, una persona no se deprime porque “odia  la vida”. Nop. La gente se deprime porque ama tanto la existencia que quiere más y más de ella. No quieres la rutina estándar casa-pareja-perroschnauzer-guaguas-carro-fútbol-sexomediocre-cerveza-políticodeturno. Quieres Taj Mahales, Central Park y Machu Picchu. Quieres reflejarte en los espejos de Versalles. Quieres andar hacia el mar en Barcelona y adentrarte en la selva amazónica. Quieres amar como en una novela. Quieres reírte hasta que te duela el estómago. Quieres pasión y amor y locura. Vivir, carajo.

No obstante, la vida no suele darte eso fácilmente. O no te lo da. O no puedes. Por eso, no se puede condenar al triste: son la verdadera gente que quiere morir de pie antes que vivir de rodillas. Son personas que no están enfermas  de obsesión por la muerte. 

Son gente que sufre un amor excesivo hacia la vida. 

El xanax, señores doctores, no cura eso.





miércoles, 11 de septiembre de 2013

Todo está iluminado (y algunos 11S)

De la película basada en la novela de Safran Foer

Todo está iluminado. Ese es el título de un novelón de Jonathan Safran Foer. Nunca he visto un solo libro de ese autor en Quito, y eso que yo recorro las librerías de la ciudad como único deporte de acción. Eso del canoping no es para mí.

La novela, cuyo protagonista es nieto de sobrevivientes del Holocausto, tiene una hermosa cita, casi al final: “Todo está iluminado por la luz del pasado. Siempre está a nuestro lado, dentro, mirando hacia fuera.”

Todo está iluminado. Todo está bajo la luz de lo que fue. La cita viene, probablemente, del buen Milan Kundera, en La Insoportable Levedad del Ser: “En el ocaso de la disolución, todo está iluminado por el aura de la nostalgia, incluso la guillotina.”

Ahora, a lo que vinimos.

En este mes me he encontrado con este problema de las ausencias, de lo que no está o que se irá.  Ya sea el recuerdo de 2976 individuos que perecieron en el atentado a las Torres Gemelas; ya sean los desaparecidos chilenos que dejaron sombras y fotos blanco/negro; ya sean  bosques y pueblos que se han ido o se van… Estos días de septiembre se han llenado de omnipresentes ausencias.

Me molesta cuando, por razones políticas, por ideologías, o por simple cinismo, se clasifica una tragedia sobre otra. Cuando pasó lo de las Torres escuché algo así como: “Por fin, algo les tocó a los gringos.”. A veces oigo a gente que, solo por antisemitismo, quiere ignorar – o negar- al Holocausto. Gente que alaba la represión de la izquierda en América Latina porque con eso “nos libramos de tener guerrillas, imagínate.”.

Entre otros.

Todo está iluminado por el pasado. Nosotros también. Estoy segura que los humanos vivimos en una intrincada red. Un  Wi-Fi espiritual, si quieren. Nosotros somos por lo que fueron los niños del Vel´ d´Hiv en 1942. Nuestros pasos están porque de alguna oscura aldea española salieron los ladrones y aventureros que se lanzaron a la mar para adentrarse en los Andes. Les debemos vida también a la muerte de los barcos de esclavitud, de los batanes y los obrajes. Igualmente, les agradecemos a los que dijeron “basta”. Somos todos y somos uno. Somos incluso aquellos que rezan para matar. Somos los que murieron en circunstancias, aparentemente, imposibles.

Por eso amamos. Por eso extrañamos a desconocidos que solo veremos en el futuro. La vida y la muerte de los otros nos afecta de formas invisibles: todas las tragedias humanas, todos los 11S, con o sin ese nombre. Es comprensible. En una de esas, sin saberlo, podríamos perder todas las vidas que pudimos tener. Todo el amor de nuestras vidas.