lunes, 24 de diciembre de 2018

Hombres (y mujeres) de buena voluntad


Natividad, William Blake


Vivimos tiempos interesantes, y por lo tanto terribles. 
Y temibles. 

Este 2018 ha sido un año difícil para mí: problemas de salud, procesos académicos que están en la incertidumbre, murmullos y susurros. Hubo planes que no se dieron, planes que se retrasaron, planes que cambiaron; personas que se han ido al Lado Oscuro por necesidad de sobrevivir, o porque simplemente, decidieron transformarse en lobos humanos. 

No me refiero a los lobos-lobos, gentiles criaturas de la naturaleza Hablo de hombres lobo, aquellos tantas veces descritos en la filosofía, la religión, y la ficción. 

Y esos hombres lobo se están tomando de a poco al mundo. Han invadido la política, las calles, las redes. Hombres y mujeres que nos recuerdan esvásticas y hogueras. Hombres que construyen muros, hombres que piden quemar libros e ignorar ciencias; hombres que temen la voz de las mujeres, mujeres y hombres que niegan la existencia de otros por la imposibilidad de comprender la particularidad de su existencia. Mujeres y hombres que roban y mienten descaradamente, y que tuercen la verdad, al punto que ya no la conocemos. 

Es un mundo de incertidumbre; un mundo de gente con miedo, lo que suele llevar a un mundo de gente con odio. No es la primera vez que lo vivimos. La Bestia tiene muchas caras.

Aún soy católica, a pesar de los últimos y terribles desarrollos. Creo que la base pura de mi fe se fundamenta todavía, en la liberación de todos y todas. Por eso celebro la Navidad tradicionalmente. No obstante, de forma no tradicional, recuerdo cada año algo fundamental: celebramos a un niño pobre, a un niño migrante, a un niño que fue perseguido por sus creencias, quien fue un perseguido político, quien estuvo del lado de las mujeres y de los niños; de los rechazados, de los que están en los márgenes. Un niño que vivió toda clase de amenazas, pero que logró triunfar como nadie en la historia humana. 

Por eso, en medio de la incertidumbre, no temo. Y esta idea tal vez trasciende religiones, creencias y no creencias.  Si le quitas la lógica religiosa, estas fechas hablan de renovación, de unidad, y de cambio. La posibilidad de comenzar de nuevo. La idea de que no debemos tener miedo. 

De toda la novena, la parte que más me gusta es la reunión de María y su prima Isabel. Solo en la tercera década de mi vida he podido comprender el significado del Magnificat, ese discurso de la Virgen, una de las más largas intervenciones de una mujer en la Biblia. El microevangelio de María, quien nos describe la naturaleza de lo Divino:

"Hizo proezas con su brazo; desbarató las intrigas de los soberbios.
De sus tronos derrocó a los poderosos,   mientras que ha exaltado a los humildes.
A los hambrientos los colmó de bienes,  y a los ricos los despidió con las manos vacías."

Eso es lo que celebramos en estas fechas: la emancipación de los márgenes, el fin de la pobreza, la exaltación de los humildes. La paz en la Tierra para los hombres (y mujeres) de buena voluntad. 

A pesar de la celular reproducción de licántropos, a pesar de la incertidumbre, a pesar de los muros, a pesar de las mentiras, tenemos la promesa milenaria de que, al final,  todo estará bien. 

Hay una estrella que nos guía.