En octubre
de 2019, la luna llena se alineó con Aries, y América Latina (y el mundo)
ardieron.
Dos semanas
de ira.
Desde hace
15 días tengo ganas de gritar.
Quiero
gritar por la gente que ha sido abatida en estos días.
Quiero
gritar por la gente que ha perdido años de trabajo y esfuerzo bajo los fuegos.
Quiero
gritarle al discurso maniqueo.
Quiero
gritarme a mí misma, porque me siento en una contradicción terrible.
Quiero
gritarle a los Estados, incapaces de actuar, sino es con fuerza irracional.
Quiero gritarles a quienes me han gritado porque no les ha gustado mis palabras o posición.
Quiero
gritar porque todos y todas tememos.
En vez de gritar, romper cosas. Voy a escribir.
(Aunque sé que dirán que soy una burguesa de clase
media, sentada desde su computadora, sin poner el pecho a las balas (y tendrán
razón). También dirán que esto huele a izquierda. Y que como izquierda es
basura, es amenaza, es Foro de Sao Paulo).
Pero
escribo, porque todavía puedo.
Escribiré
de lo mejor que he visto.
Escribiré
de los estudiantes de mi universidad en Quito, y de mis colegas voluntarios, sirviendo, protegiendo,
desvelándose por otros seres humanos durante días. Trayendo y llevando
donaciones. Ahogándose en bombas lacrimógenas. Haciendo una cadena humana en el
día más terrible del paro nacional en Ecuador, todos de blanco, con la palabra “paz”
en los labios. Salvando vidas.
Escribiré
de la gente que salió a las calles y a los caminos con una idea, con un ideal. Con la búsqueda de una mejor vida.
Relataré
sobre toda esa gente que está harta de no tener para vivir, sino para
sobrevivir y en algunos casos malvivir. A pesar del trabajo y el esfuerzo.
Porque se cansaron de que el derrame de Adam Smith nunca se haya concretado.
Escribiré también de las llamadas y mensajes de los
amigxs. Porque en momentos de emergencia, se sabe quiénes te quieren de verdad.
Y cuáles son tus amores. Fueron pocos.
Les contaré
de aquella señora de mi barrio de infancia, dando agua y alimento a
manifestantes y policías. Porque todos somos pueblo.
Les contaré
sobre los jóvenes, con ojos diferentes, con ojos más brillantes. Con criterios
que tal vez no comprendo, pero que ellos abrazan con fuerza hercúlea. Tal vez
de los fuegos nazca un mundo menos malo para ellos.
Escribiré
de la gente que hace justicia, que cree en ella, que la mantiene en estos
tiempos. Que sostiene la necesidad del Estado de derecho. Que pide rendición de
cuentas a las autoridades.
Y escribiré
más sobre el futuro.
Escribiré
que necesitamos entendernos entre nosotros; aceptar que nuestras trincheras
políticas o ideológicas, no nos hacen enemigos naturales. Que nuestros
privilegios deben ser cuestionados, que nuestro origen no puede ser castigado,
discriminado, despreciado.
Con
esperanza, anotaré que debemos lograr que las palabras del otro no me produzcan
odio, sino curiosidad, compasión, comprensión. Que te puedo escuchar no con
empatía (palabra prostituida), sino con amor, carajo.
Las llamas
no me producen alegría. Igualmente, las balas me causan tristeza e indignación.
Tal vez soy profundamente estúpida. Tal vez peco de falsa conciencia. Hoy, ahora, solo puedo dar mi trabajo, mi tiempo, mi espíritu, mi amor incluso, en todo lo que hago, para los
otros. Tal vez no es suficiente.
Si
sobrevivo estos tiempos de oscuridad, escribiré sobre todo esto. Escribiré para
un mundo en que no tengamos que pararnos en la supervivencia de otros para vivir,
y también para un mundo en que el dolor y explotación ajenos no sean combustible, no
solo de edificios, sino de las fogatas del autoritarismo y del racismo.
Sí, tal vez
soy estúpida, pero me pregunto: ¿Cómo vamos a darnos las manos con los puños cerrados y en guardia?
¿Cómo va a existir justicia para los caídos, si la confundimos con venganza?¿Cómo
vamos a liberarnos, si estamos presos de nuestro propio discurso y si con él
creamos jaulas para los demás? ¿Cómo cultivaremos y obtendremos cosechas si tenemos cenizas en vez de tierra
buena?
Porque
mientras no nos liberemos juntos del desprecio mutuo creado por siglos de
desigualdades, la sombra de la tiranía estará presente. Y llegará, más
terrible, con otro nombre.