De algún genio, posteado en Tumblr. Créditos del autor/a
Hayao
Miyazaki, maestro animador, se retira.
Durante décadas no hizo películas de dibujos animados para niños: hizo
películas de dibujos animados para sanar a la humanidad. Si alguna vez yo logro/decido
reproducirme, sus obras serán parte de la educación estética y espiritual de
mis hijos.
Porque
Miyazaki, sin quererlo, salvó al mundo.
¡Exageración!
Por
supuesto.
Hablo
desde el corazón que me duele con la partida, como director de cine, de
Miyazaki. Este señor, que vivió la durísima posguerra de Japón, trabajó en los
ochenta en series como Marco y Heidi, que están en el subconsciente
colectivo ecuatoriano y, estoy segura, latinoamericano. Luego, en el Estudio Ghibli, se dedicó a aclamadas
películas: Mi vecino Totoro, Nausicaa en el Valle del Viento, Whisper of the
Heart, El Viaje de Chihiro, Ponyo, Arriety… Y la lista
continúa.
En
la tarde de hoy me enteré que en el Festival de Cine de Venecia, durante la presentación
de su última película, The Wind Rises, se anunció su retiro definitivo. A la
jubilación, pues, dice Hayao. Mientras
tanto, a mí se me piantó un lagrimón, carajo, porque con él se va parte de la
experiencia cinematográfica de mi juventud y un montón de recuerdos.
Y
es que este señor tuvo un raro don: mostrar la naturaleza humana a los niños
sin ningún color extra, sin efectos especiales, sin azúcares. Los niños que ven
a Miyazaki son guaguas a los que se les pinta la vida como es, a través de la
lírica de un cuento de hadas. No hay chistes fáciles, ni marketing. Y eso
no es malo.
De
hecho, en cada una de sus películas, Miyazaki retrató a las personas con
verdad, con compasión, sin un gramo de cinismo y con ojos libres de odio. Sobre
todo, él dice al espectador que, efectivamente, por más matices y mentiras que
puedan crearse, hay un bien, hay un mal. Pero no es un balance dicotómico, porque
los malos pueden redimirse o, de lo contrario, se devoran a sí mismos. Es cuestión
de elegir. Siempre se puede elegir de qué lado de la Historia estás.
Por
eso creo que Miyazaki curó un poco a nuestra devastada humanidad y le
dio a la gente, sobre todo a los niños, algo parecido a la esperanza. Aceptémoslo:
el mundo se ha ido a la mierda. Al menos, los niños de los ochenta nos criamos
con la Caída del Muro y el fin de la Guerra Fría: los grandes esperaban la paz
con la desaparición de las ideologías, “El Fin de la Historia” y todas esas
maravillas. Fue falso. En cambio, los niños que nacieron en los noventa y después solo tuvieron como referente histórico dos aviones chocando en Nueva York y el mayor
atentado terrorista televisado. Un mundo tremendo para educar a un niño.
Para
enfrentar esa desesperanza, yo abogo por la prescripción de Hayao Miyazaki. El
creía en un mundo sin celulares, metros, estreses, guerra y codicia. Sus películas están llenas
de añoranza hacia la vida natural y sencilla que pudimos tener y que tal vez,
si tomamos otro camino, podemos recuperar.
Ahora
mismo, mientras se preparan las armas del planeta hacia Siria, el mensaje del
arte es fuerte, Miyazaki Sensei. Buen retiro y muchos años de felicidad. Usted,
el más grande de los animadores.
Y
ahora, con mi niña interior de la mano, me voy a ver mi maratón Ghibli.
The
Wind Rises:
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