martes, 22 de octubre de 2019

Apuntes en tiempos de oscuridad (o depresión postparo)




En octubre de 2019, la luna llena se alineó con Aries, y América Latina (y el mundo) ardieron.  

Dos semanas de ira.

Desde hace 15 días tengo ganas de gritar.

Quiero gritar por la gente que ha sido abatida en estos días.
Quiero gritar por la gente que ha perdido años de trabajo y esfuerzo bajo los fuegos.
Quiero gritarle al discurso maniqueo.
Quiero gritarme a mí misma, porque me siento en una contradicción terrible.
Quiero gritarle a los Estados, incapaces de actuar, sino es con fuerza irracional.
Quiero gritarles a quienes me han gritado porque no les ha gustado mis palabras o posición.
Quiero gritar porque todos y todas tememos.

En vez de gritar, romper cosas. Voy a escribir. 

(Aunque sé que dirán que soy una burguesa de clase media, sentada desde su computadora, sin poner el pecho a las balas (y tendrán razón). También dirán que esto huele a izquierda. Y que como izquierda es basura, es amenaza, es Foro de Sao Paulo).

Pero escribo, porque todavía puedo.

Escribiré de lo mejor que he visto.

Escribiré de los estudiantes de mi universidad en Quito, y de mis colegas voluntarios, sirviendo, protegiendo, desvelándose por otros seres humanos durante días. Trayendo y llevando donaciones. Ahogándose en bombas lacrimógenas. Haciendo una cadena humana en el día más terrible del paro nacional en Ecuador, todos de blanco, con la palabra “paz” en los labios. Salvando vidas.

Escribiré de la gente que salió a las calles y a los caminos con una idea, con un ideal. Con la búsqueda de una mejor vida. 

Relataré sobre toda esa gente que está harta de no tener para vivir, sino para sobrevivir y en algunos casos malvivir. A pesar del trabajo y el esfuerzo. Porque se cansaron de que el derrame de Adam Smith nunca se haya concretado.

Escribiré  también de las llamadas y mensajes de los amigxs. Porque en momentos de emergencia, se sabe quiénes te quieren de verdad. Y cuáles son tus amores. Fueron pocos. 

Les contaré de aquella señora de mi barrio de infancia, dando agua y alimento a manifestantes y policías. Porque todos somos pueblo.

Les contaré sobre los jóvenes, con ojos diferentes, con ojos más brillantes. Con criterios que tal vez no comprendo, pero que ellos abrazan con fuerza hercúlea. Tal vez de los fuegos nazca un mundo menos malo para ellos.

Escribiré de la gente que hace justicia, que cree en ella, que la mantiene en estos tiempos. Que sostiene la necesidad del Estado de derecho. Que pide rendición de cuentas a las autoridades.


Y escribiré más sobre el futuro.

Escribiré que necesitamos entendernos entre nosotros; aceptar que nuestras trincheras políticas o ideológicas, no nos hacen enemigos naturales. Que nuestros privilegios deben ser cuestionados, que nuestro origen no puede ser castigado, discriminado, despreciado.  

Con esperanza, anotaré que debemos lograr que las palabras del otro no me produzcan odio, sino curiosidad, compasión, comprensión. Que te puedo escuchar no con empatía (palabra prostituida), sino con amor, carajo.

Las llamas no me producen alegría. Igualmente, las balas me causan tristeza e indignación. Tal vez soy profundamente estúpida. Tal vez peco de falsa conciencia. Hoy, ahora, solo puedo dar mi trabajo, mi tiempo, mi espíritu, mi amor incluso, en todo lo que hago, para los otros. Tal vez no es suficiente.

Si sobrevivo estos tiempos de oscuridad, escribiré sobre todo esto. Escribiré para un mundo en que no tengamos que pararnos en la supervivencia de otros para vivir, y también para un mundo en que el dolor y explotación ajenos no sean combustible, no solo de edificios, sino de las fogatas del autoritarismo y del racismo.

Sí, tal vez soy estúpida, pero me pregunto: ¿Cómo vamos a darnos las manos con los puños cerrados y en guardia? ¿Cómo va a existir justicia para los caídos, si la confundimos con venganza?¿Cómo vamos a liberarnos, si estamos presos de nuestro propio discurso y si con él creamos jaulas para los demás? ¿Cómo cultivaremos y obtendremos  cosechas si tenemos cenizas en vez de tierra buena?

Porque mientras no nos liberemos juntos del desprecio mutuo creado por siglos de desigualdades, la sombra de la tiranía estará presente. Y llegará, más terrible, con otro nombre.